domingo, 13 de noviembre de 2011

Shakespeare: entre la resistencia y el encanto.

“Duda que sean fuego las estrellas, duda que el sol se mueva, duda que la verdad sea mentira, pero no dudes jamás de que te amo.”
Esta frase pertenece a William Shakespeare, el escritor británico considerado uno de los más grandes de toda la historia literaria. Uno puede elegir en el transcurso de la vida de adulto leer o no una obra del gran autor inglés, pero no se debe siendo docente del nivel medio, privar a los alumnos de conocer algo de su prolífica obra.
Cuando proponemos aproximarnos a Shakespeare, suelen ocurrir distintas cosas. Por un lado, están los que les encanta encontrarse con este gran autor y por el otro ¡los que odian que haya existido! ¿Cuáles serían los motivos? Hay distintas variables, pero la que más resuena es: el lenguaje y el estilo. Lo mismo que ha hecho esplendorosa a sus tragedias y comedias, hoy es lo que más se repele. Sin dudas estamos hablando de adolescentes, nuestros jóvenes cibernéticos e hijos de la cultura de la imagen, que en su mayoría ya ni siquiera toman el diario para leer los chistes de la contratapa. Otra enorme dificultad es el vocabulario escaso, paupérrimo y vulgar que abunda en esa etapa de la vida. Nuestros chicos del siglo XXI, utilizan en un amplio porcentaje unas 150 palabras en las cuales redundan de forma asombrosa en todo tipo de contexto comunicativo. ¿Saben cuántas palabras utiliza aproximadamente una persona que hace dos décadas atrás tenía 30 años y que solo contaba con una formación básica de nivel primario? 300 de un total de 283.000 que tiene el diccionario de la real academia española. ¿Y cuántas utilizó “el padre de la lengua hispánica”, Miguel  de Cervantes Saavedra? Se calcula que unas 8000. Esto plantea por lo menos dos cuestiones: nuestro idioma posee una de las mayores posibilidades para expresar acciones, sentimientos, conocimientos, etc.; por otro lado los modismos, dialectos y espacios significativos que cada lugar geográfico le aporta genera serias dificultades para la “verdadera comunicación”. Destaco verdadera porque cuando creemos estar más comunicados es cuando menos lo estamos. Si quienes integran el circuito de comunicación, no logran decodificar lo que el emisor intenta expresar ¿de qué tipo de comunicación hablamos?
Retomo el tema que deseaba abordar hoy, aunque considero que era importante subrayar lo anterior. Este año decidí trabajar con un grupo de alumnos de 3° año, algunas obras de Shakespeare. Usualmente se trabaja por una cuestión de organización con un solo texto literario para optimizar las actividades de la clase. Me pareció interesante probar con armar grupos y distribuir distintos títulos literarios entre cada uno de ellos. Así surgió un trabajo práctico que podríamos llamar “ convencional”, con un agregado: la representación de un acto o escena del texto elegido. “¿Nos tenemos que estudiar todo de memoria?” La verdad es que me hubiera gustado mucho ( para que negarlo) pero era una tarea que demandaba tiempo y el objetivo era otro. Les dije que no hacía falta, aunque debía notarse que ya estaba leída la escena o el acto… por lo menos que se observara la coordinación al momento de la representación. Lo interesante es que cada grupo se encargó de armar el escenario (en el mismo espacio físico del aula) con pequeños detalles que mostraban aspectos que decidieron resaltar, por los motivos que fueran… ¿El resultado? Muy bueno, al principio, costó, pero posteriormente me sorprendieron favorablemente. ¿Todo terminó allí? No por cierto, les tomé una evaluación escrita, las calificaciones no fueron altas, reconozco que fui muy exigente… ahora, ¿está mal serlo? Por varias razones, en estos tiempos tendemos a nivelar para abajo y por estas razones concluyen en gran número con un bajísimo nivel de formación en la enseñanza media, que luego sufren serias consecuencias en las universidades.
Me gustaría concluir con algo que me sugirieron cuando la unidad ya estaba terminada, mis alumnos me dijeron: "¿por qué no hacemos una obra de teatro y la representamos?" Bueno eso ya es parte de otra historia y otro momento que estamos próximos a cerrar…
Hay que saber esperar, primero viene la resistencia pero luego lo esperable es que surgan buenas propuestas de sus propias bocas.

                                  Alumnas de 3° año. Sueños de una noche de verano de Shakespeare.